Lesiones de menisco

El menisco es una pieza de cartílago en forma de C situada en la rodilla que actúa como amortiguador entre el fémur y la tibia, desempeñando un papel crucial en la estabilización de la articulación y la absorción de impactos durante las actividades. Cada rodilla tiene dos meniscos: el medial (interno) y el lateral (externo). Las lesiones de menisco son frecuentes, especialmente entre los deportistas, y pueden afectar significativamente a la función de la rodilla.
En los individuos más jóvenes, las lesiones de menisco suelen producirse por un traumatismo agudo durante la práctica de deportes que implican paradas, saltos o cambios de dirección repentinos, como el fútbol o el baloncesto. Un mecanismo habitual es la torsión brusca de la rodilla con el pie apoyado, que provoca desgarros. En los adultos mayores, el menisco puede volverse quebradizo debido a cambios degenerativos, lo que lo hace susceptible a lesiones por un mínimo esfuerzo, como levantarse de una posición en cuclillas.
Los síntomas de una lesión de menisco pueden variar, pero suelen incluir dolor a lo largo de la línea articular, hinchazón, sensación de que la rodilla cede y limitación de la amplitud de movimiento. Algunas personas pueden experimentar un bloqueo de la rodilla, en el que se queda atascada en una posición doblada, lo que indica un posible desgarro desplazado.

Diagnóstico y opciones de tratamiento

El diagnóstico de una lesión de menisco implica un examen clínico exhaustivo, que incluya pruebas específicas para evaluar la función de la rodilla, y estudios de imagen como la resonancia magnética para confirmar el alcance y la localización de la rotura. Un diagnóstico precoz y preciso es esencial para un tratamiento eficaz.
Las estrategias de tratamiento dependen de factores como el tipo, el tamaño y la localización del desgarro, así como de la edad y el nivel de actividad del paciente. El tratamiento conservador puede incluir reposo, hielo, compresión, elevación (RICE), antiinflamatorios y fisioterapia para fortalecer los músculos circundantes y mejorar la estabilidad de la articulación. Sin embargo, si los síntomas persisten o el desgarro es grave, puede ser necesaria una intervención quirúrgica.
La cirugía artroscópica es un procedimiento mínimamente invasivo que suele utilizarse para tratar las roturas de menisco. Dependiendo de las características del desgarro, el cirujano puede realizar una meniscectomía, extirpando la parte dañada, o una reparación de menisco, suturando los bordes desgarrados. A menudo se prefiere la reparación del menisco, especialmente en pacientes jóvenes o cuando el desgarro se produce en una zona con buena irrigación sanguínea, ya que preserva una mayor parte de la función del menisco.
La rehabilitación postoperatoria se centra en restaurar la función de la rodilla mediante un programa estructurado de fisioterapia, haciendo hincapié en la vuelta gradual a la actividad para evitar una nueva lesión. El cumplimiento de los protocolos de rehabilitación es crucial para una recuperación óptima.

Posibles causas

  • Movimientos bruscos de torsión o pivotamiento, especialmente durante la práctica deportiva
  • Impacto directo en la rodilla
  • Hiperextensión
  • Cambios degenerativos en adultos mayores que conducen al debilitamiento del tejido meniscal

Síntomas

  • Dolor a lo largo de la línea articular de la rodilla
  • Hinchazón y rigidez
  • Bloqueo o incapacidad para enderezar completamente la rodilla
  • Sensación de que la rodilla cede

Tratamiento

  • Operación en la que se extirpa o se cose la parte dañada del menisco
  • Programa de rehabilitación que aumenta gradualmente de intensidad
  • No volver a practicar deporte hasta que se haya conseguido una movilidad, fuerza, equilibrio y coordinación satisfactorios
  • Rehabilitación postoperatoria para recuperar la función y la fuerza de la rodilla.
  • Uso de una ortesis para complementar la rehabilitación

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